martes, 10 de marzo de 2015

10 de Marzo, Festividad de los Mártires de la Tradición

Queridos lectores y amigos:

Hoy 10 de marzo celebramos la festividad que S.M.C. Don Carlos VII por carta a su Jefe Delegado, el Marqués de Cerralbo, fechada el 5 de noviembre de 1895, instituyó. Diez de marzo, muerte en el exilio en Trieste de S.M.C. Don Carlos V. Festividad de los Mártires de la Tradición, de nuestros Mártires. 

En esta noche aciaga que ahoga a nuestra Patria y a nuestra Santa Religión no pueden no venir a nuestra memoria la vida de aquellos Mártires de la Tradición, que renunciando a los honores del Mundo supieron entregar hasta su último suspiro por Dios, la Patria y el Rey legítimo. Muchos proscritos hoy hasta por una Iglesia que ha venido a sumarse a los factores de la Revolución, y deja yacer como inútilmente a nuestros Mártires, que únicamente son recordados por los tradicionalistas de todo el orbe hispánico que en estos días rendimos homenajes a ellos y no cesamos de encomendarnos. 

Y es que, aunque se haya querido hacer que la sangre de nuestros Mártires se oculte cual mancha oscura en el suelo, esa sangre no puede no dar frutos. 

Podría acusarse que nos encontramos celebrando una Festividad hoy anacrónica. Pero no solo es anacrónica hoy, sino que ya en el momento de su institución, tras haberse producido la usurpación monárquica y haberse instalado el liberalismo y el conservadurismo en nuestra Patria, que es decir también en el Nápoles Hispánico, en los reinos de las Italias, y un caso un tanto distinto años después debido al ralliemant sería el francés, aunque con el tiempo se aproximará al caso español, especialmente tras el II Concilio Vaticano. 

Como señaló acertadamente el Prof. Barraycoa en la Quincuagésimo primera Reunión de Amigos de la Ciudad Católica, hoy, ante la desaparición de la posibilidad inmediata de una restauración de un Estado católico y la fulgurante secularización de la sociedad ¿qué debemos hacer los católicos llamados por vocación a la política y a la restauración del Reino de Cristo? Se abre ante nosotros una dicotomía - señala Barraycoa -, o bien como muchos han hecho, hay que aceptar "lo que hay", porque "no hay más" (habla en términos de utilitarismo político: falta de organizaciones, medios, posibilidades de éxito, etc.); o bien emprender una emulación de Gedeón y casi desear que cada vez seamos menos, para que así Dios demuestre que la victoria es suya. Aunque el cuerpo y el alma nos parece pedir esto último, ello no resuelve el problema de la "praxis" cotidiana del católico en la comunidad política. Ello se debe a una ruptura de una tradición de Res publica christiana, que aunque se mantuvo en lo político en los siglos de la Cristiandad, hasta la llegada de la Revolución francesa, ahora esa fractura parece haberse producido en lo social y en el alma de millones de católicos. 

Pero ceder a esta idea sería una deshonra y una traición a nuestros Mártires. Cuando decía más arriba que es una festividad anacrónica es porque, no nos engañemos, desde el II Concilio Vaticano , desde Roma con Dignitates Humanae y otros textos se ha venido a romper aquello por lo que nuestros Mártires dieron hasta su último aliento. Si se ha querido dar cabida a una seudo tradición y hermenéutica de la continuidad (en la teoría conservadora) no es más que un disfraz en documentos nada claros que vienen a querer dar una doble visión que, a la postre, no es más que una ruptura con la Catolicidad, una traición a la sangre de nuestros Mártires (baste recordar el texto Una nueva laicidad, Card. Angelo Schola; también llamada "sana laicidad"). 

Pero ahí yace la sangre de nuestros Mártires en nuestra Patria, que el ejemplo de tradicionalistas como D. Manuel de Santacruz, el Prof. Gambra Gutiérrez, el Prof. Ayuso Torres y otros tantos sabiendo no dejarse seducir por el liberal-conservadurismo, por las ideas fascistas que en su momento sedujeron a numerosos católicos por ser contrarias al liberalismo y al comunismo, nos dan claro ejemplo continuamente; más aún a los que integran las diferentes AET de Sevilla y Salamanca. 

Pero hemos de recordar que lo que fue la reducción de la Cristiandad a Cristiandad menor en el orden de las Españas como señalara el eximio Francisco Elías de Tejada es hoy lo que el Prof. Ayuso ha marcado como Cristiandad mínima reducida a la Comunión Tradicionalista. A lo que debo añadir que si bien parece ser arduo el trabajo y la situación peninsular, la sangre de nuestros Mártires ha regado los campos de las Españas y poco a poco, a pesar de una sociedad venida en disociedad, se pueden comenzar a ver los frutos. Que hoy en Sevilla, Salamanca, Madrid, Gijón, Granada y el resto peninsular nos unamos jóvenes en la restauración de círculos tradicionalistas, lugares de reunión de correligionarios, una militancia que vuelve a activarse, pese a la indiferencia y tibieza de muchos que no acaban de despertar, cuando el clericalismo llega a su paroxismo y hace estragos, cuando vemos que las situaciones venidas no son irreversibles en el panorama de las Españas y en el internacional, hemos de reconocer que la sangre de nuestros Mártires da fruto, que cada uno de nosotros hemos de ser esos cultivadores que no obstaculicemos el fruto de esa sangre, porque no se secó jamás. 

Si esa Cristiandad mínima que es el carlismo, que viene a unir lo verdaderamente sano del espíritu hispánico es capaz de, cada año, congregar en todo el orbe hispánico tanto ultramarino como peninsular a multitud de hombres, mujeres, familias, jóvenes estudiantes universitarios, doctores de diferentes profesiones bien es señal de que el carlismo no ha fenecido en ningún momento; sino que, todo lo contrario, el tradicionalismo vive y vivirá porque la sangre de nuestros Mártires aunque se haya querido ocultar no fue derramada en vano. Situados bajo la única bandera y al servicio de S.A.R. Don Sixto Enrique de Borbón daremos el fruto que la sangre de ellos merece. 

J.C.H.
Agrupación de Estudiantes Tradicionallistas de Sevilla (AET)